miércoles, 20 de julio de 2016

Libertad para qué.

Yo antes pensaba que la política era una cosa bien distinta a lo que ahora veo que es. Yo antes pensaba que los políticos estaban en sus puestos para representar a la gente, que el parlamento, en últimas, era una especie de emanación de la soberanía popular. Pensaba, así, en el político como en una figura  ni siquiera trágica, sino ridícula más bien, ya que su conducta (declaraciones, filias, fobias) obedecía al cuerpo social como una marioneta, encarnándolo.
Es decir yo estaba poseído de una fe ciega en la libertad sustancial del ser humano, que quiere o desea por encima (nunca pensé seriamente en esto, me doy cuenta ahora) de las circunstancias en que le tocó vivir. Que quiere y desea tan ligeramente como el pajarito ahora se come un insecto cualquiera, ahora cambia de rama.
Mi empresa , la empresa donde trabajo quiero decir, fue comprada por un grupo inversor hace tres años. Antes de la compra era una mediana empresa familiar que funcionaba bien, proporcionaba un buen dinero a sus dueños y a sus empleados les permitía ocuparse tranquilos en su trabajo. En el momento de la compra el personal, aunque joven, era ya bastante antiguo. Llevábamos una media de 10-15 años allí. Nos conocíamos todos y, aunque sería exagerar afirmar que éramos amigos, nos llevábamos bastante bien. Había rencillas (había y hay muchas mujeres), pero eran más o menos lúdicas, poca cosa. En general, quiero decir, había buen ambiente.
Tres años después de la compra he tenido una grave lesión. Estoy de baja trabajando desde casa. Por mi trato con ellos, en estas circunstancias tan especiales para mí, advierto que gente a la que conozco desde hace casi quince años apenas me ha preguntado por mi lesión, que quien lo ha hecho ha despachado el asunto como un trámite que nada le importa en medio de sus propios agobios. Unos y otros, a quienes tantos años había supuesto “una forma de ser” concreta resulta que son otros, abrumados bajo el peso del trabajo, del miedo, sin darse cuenta.  Yo mismo estando allí no me doy tanta cuenta como aquí, retirado en esta paz. ¿Habré cambiado también yo?
Un nuevo poder (más opresor, más intimidatorio e impersonal) que solo busca sacar más tajada a corto plazo los ha modelado desde arriba. Es cierto que el lugar en el que yo trabajaba era un pozo de estupidez sin fondo, pero era un lugar humano al fin y al cabo, una sociedad viva de gente libre que se ha convertido, sin que ninguno nos demos cuenta, en un enjambre eficaz.  Me hago pues a la idea ahora de que la política y las sociedades son algo similar, que la materia humana es demasiado feble para entenderla. ¿Cuál es la naturaleza del hombre? ¿La de la colmena que persigue una laboriosa eficiencia? ¿La nómada? ¿Aventurera? ¿Religiosa? ¿Es la vida de un insecto, de un esclavo, una vida que quepa calificar de humana?

La clave está en este concepto de libertad humana, claro, porque ¿podemos decir que una abeja no es libre? Cuando digo que perdemos libertad lo que hacemos en realidad es cambiar de contenido semántico la palabra “libertad”, una palabra para mi indescifrable. 

2 comentarios:

  1. La naturaleza del hombre es terrible.
    Cada vez estoy más asustado al comprobar lo que somos capaces de destruir.

    Saludos.

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  2. Leo no quiero hablar de politica miro sentada en primera fila lo que puede pasar un beso

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