jueves, 21 de julio de 2011

Todo está en los libros

He vivido exactamente la misma escena unas diez o quince veces.
Pongamos por caso a una bonita mujer a la que he invitado a cenar por primera vez, que llega a casa. Al entrar mira las estanterías llenas de libros, entonces invariablemente pregunta:
- ¿Y los has leido todos?
Yo le respondo que no, claro, que todos no, y entonces ella se alivia un poco pero sigue picada, continúa:
- ¿cuántos?
- Bueno, la mitad -miento.
Todavía insatisfecha, quiere un poco más.
- ¿Y cuántos tienes? ¿Cuántos has leido?

Yo le ofrezco un dato, inventado, aproximado, adecuado a la sensibilidad de cada visitante. Y entonces se establece una especie de debate en el que cada cual trata inútilmente de justificarse.
- Fíjate yo que no leo apenas, a mi es que leer me aburre. Pero no hace mucho terminé de leer un libro que me gustó bastante que me regaló mi hermana, iba de la guerra...

Esta escena, casi idéntica hasta aquí, representada por mujeres, amigos de amigos, albañiles, pintores y familiares de todo grado, yo creo que viene dada por una idea bastante falaz de la lectura, y aun de la cultura en general; un reino este que nos han enseñado a considerar trascendental y fascinante, al que todos tenemos el derecho y casi la obligación de acceder, un paraíso espiritual que proporciona éxito y felicidad a sus devotos.
A mi tanta lectura no me ha acarreado éxito en la vida, ni felicidad, más bien al contrario. Ni siquiera me ha ayudado a ser mejor persona.
Pero dejo que aquellos de mis visitantes que no leen crean en esos poderes ocultos de la lectura, no replico.
Unos pocos valientes se manifiestan abiertamente en contra de tanto libro, considerándolo un vicio y una pérdida de tiempo. A estos también les doy la razón callando. Suelen caerme mejor.

Diseñé mi casa aun joven, con la intención de situar mis libros como un decorado, vacilar un poco, tirarme el pisto. Ahora no lo haría así, y pondría la biblioteca donde le corresponde, en un lugar más íntimo, o en cajas. No es humildad, es que una vez desvelado mi propósito me resulta vergonzoso, y es que además ese primer Acto que parece casi obligatorio para las primeras visitas a mi casa es un engorro.
En cualquier caso, desde el momento en que entran, para todos me convierto algo parecido: un exquisito bicho raro.

Saludos,

(si sospecharan cómo fantaseo en el fondo de la noche con la vida de un Drogo (Juego de Tronos), con una vida dedicada a la fornicación y al salvajismo...)

5 comentarios:

  1. A mí me gusta mucho leer, pero los libros que tengo los tengo en el dormitorio. El que quiera cotillearme la biblioteca tendrá que ganárselo en la cena! jajaja

    1besico!

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  2. Odio que al entrar y ver los libros me pregunten también "¿los has leído todos?" jajajaja.

    Yo creo que lectura sí que te proporciona felicidad, aunque sea de esta momentánea, pequeños placeres, como comer un helado o que te toquen 10 euros en la primitiva.

    Besos.

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  3. jaja..me encantan tus chorradas. Y bueno, centrándome en tus frases finales, yo pienso que un tío con tantos libros tiene que ser necesariamente perverso(y eso es lo que piensan las mujeres que entran en tu casa cuando te preguntan con temor si los has leído todos...) La perversión vendría a ser como un salvajismo sofisticado. Bico

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  4. Mi padre, tenìa mas de 5000 libros.

    Yo tengo unos 500, mas o menos.

    Y aùn asì, creo que tengo pocos.

    Estos son tiempos de los audiovisual, me temo.

    Un abrazo.

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