martes, 26 de julio de 2011

Loco por Shakespeare

Yo tenía un enfoque perfecto y definitivo sobre El sueño de una noche de verano, de William Shakespeare (1595). Contaba a todo el que me quisiera escuchar mi visión de la obra en cuanto se me presentaba la ocasión, porque me fascinó cuando la leí.
El otro día le di la chapa a una amiga precisamente porque vamos a ir a verla al teatro Fígaro esta semana.
Yo le contaba emocionado que la obra trata de la naturaleza del amor cortés, que tiende a establecer un vínculo puramente social, que se da dentro de los muros de la ciudad (no recordaba que era Atenas), y de cómo en general, nos decía Shakespeare, este mundo ordenado y prescrito de la vida humana se viene abajo en cuanto la naturaleza bruta (Amor) irrumpe. Así, los muchachos y las muchachas de la corte, los protagonistas, establecían vínculos en la ciudad, acordaban casamientos entre sí, profesándose tiernas y fieles palabras de amor. Pero cuando los chicos salen de merienda al bosque (todo esto, insisto, era mi versión) un duendecillo cabroncete llamado Puck les echa un jugo de una flor en el oido mientras duermen la siesta allí en el campo y, cuando despiertan, se vuelven todos locos, no pueden controlarse y aquello se convierte poco menos que en una bacanal. Pueden leerse en esas escenas de la obra maravillosas declaraciones de amor, un amor arrebatado y salvaje, tal como a ellos realmente les pide el cuerpo, olvidados de aquello a lo que se habían comprometido dentro.
Claro la gracia de la obra según mi teoría estaba en cómo el amor en bruto perturba la paz social, y en cómo hay una siniestra y atractiva verdad en el bosque, en la noche, de la que es preciso huir, y cómo por tanto todos aquellos que nos hemos establecido nos hayamos convertido previamente, necesariamente, más o menos en unos hipócritas para poder seguir tirando. Esto es lo que yo por encima pensaba de la obra.
A esto se añadían coros de hadas y duendes, la reina de las hadas, el espíritu del bosque, y así la obra se llenaba para mi de un encanto especial.

Al final se cierra el telón y Puck, el duendecillo travieso (hay que leerlo para entender al altura y la profundidad de la que este auténtico inmoral hace gala) sale a escena ya solo y se dirige al público, pidiéndo así perdón Shakespeare por haberles llamado hipócritas en su misma cara:

PUCK: Si nosotros, vanas sombras, os hemos ofendido,
pensad sólo esto y todo está arreglado:
que os habéis quedado aquí dormidos
mientras han aparecido esas visiones.
Y esta débil y humilde ficción
no tendrá sino la inconsistencia de un sueño;
amables espectadores, no nos reprendáis;
si nos perdonais, nos enmendaremos.(...)


Y ahora, parecía despedirse Puck de los espectadores, ya pueden irse ustedes con sus señoras a los salones de su casa, y a la cama luego, y soñar con la tierna y jugosa criada. Este era el punto final, ya digo, la guinda de mi teoría.

Pues bien, todo esto que a mi tanto me apasionaba es mentira, es una ficción mia. La volví a leer y a las primeras de cambio mi teoría se resquebrajaba. Es verdad que no toda es falsa, se puede salvar algo de mi desquiciada versión. Pero la cuestión no es esa: yo estaba convencido de que la obra era exactamente esto. No habría tanta variación entre la historia leída y la interpretada en una mente sana. Y tengo algunos lapsus parecidos.

Saludos,

(la he leído y, eso sí, sigue siendo igual de maravillosa o más que como la recordaba)

2 comentarios:

  1. Me encantan tus textos. Todos me resultan deliciosos...Besos

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  2. Ahora hay una versiòn "femenina" de Hamlet, con Gabriela Toscano.

    No quiero pensar lo que han hecho al Williams!!

    Lo tuyo no es nada.

    Un abrazo.

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