lunes, 13 de junio de 2011

Vacíos...

Solamente escribo en este blog cuando me siento triste, incomprendido y solo.
Si me encuentro bien, si las semanas pasan inadvertidamente, si hago planes y quedo o estudio o en general siento que mi vida flota a la deriva pero con la corriente, entonces vivo y no escribo. A veces me basta para coger una de esas corrientes con descubrir a Schopenhauer, a Boccherini, o encontrar una más bien breve promesa de amor o salir al campo, casi cualquier cosa. Mi despreocupación me vacuna, de algún modo, para la vida, o eso me parece. Alcanzo naturalmente un estado de perfecta indiferencia hacia el mundo y hacia mi mismo, evito individualizarlo todo, todo me da igual, y entonces estoy bien. Y lo dicho, no escribo sobre mi y mis circunstancias, que a nadie interesan.
Pero acaba llegando sin remedio el día en que las cornetas se ponen a tocar. Porque a menos que se sea pensionista, supongo, o heredero de una fortuna, la vida no permite estos laureles y toca despertar para sobrevivir. Siempre que la vida me obliga a tomar cuerpo en el mundo, a tomar partido, a luchar, acabo sintiéndome pesado, solitario, y algo tétrico también. No me concentro en la lectura ni tengo las fuerzas interiores necesarias para la música, no escribo o escribo cosas como esta, no encuentro gusto en la gente ni en mi mismo y en general la vida me parece una cosa bastante preocupante. Me es exactamente igual el resultado de la lucha porque yo acabo exactamente igual de sucio y de vulgar gane o pierda las batallitas cotidianas.

¿Significa esto que sería feliz si fuera un frívolo multimillonario despreocupado de su supervivencia? Desde luego que sí.

Pero lo más hiriente es la soledad. Paso a explicarme. Cuando se está bien no se da abasto (ya he escrito algo sobre este fenómeno que me llama tanto la atención): a menudo atiende uno las demandas de su entorno con hastío, y hasta con cierto fastidio a veces. Cuando se está mal en cambio los mismos que dos semanas antes no te dejaban en paz un punto, ahora de forma insignificante no te contestan a un mensaje, otros se retrasan hasta la indecencia en hacerlo; y uno tiene cierta experiencia ya para comprender que estarán calibrando convincentes excusas para la próxima cita.

Esto es lo más doloroso, digo, comprender así de claramente lo solos que estamos a pesar del suntuoso aparato del que rodeamos nuestra vida, es un lugar tan común este que parece un tópico, lo sé.
Y también es humillante descubrir, en la debilidad, que se necesita de otros a quienes no se soporta fácilmente.

En fin, a trabajar

Saludos...
(bueno en realidad me saludo a mi mismo, porque tengo la impresión de que aquí no me lee ni el Tato, claro que no me extraña... así que bueno me celebro y me canto a mi mismo)

2 comentarios:

  1. Sì te leo.

    Vivimos y morimos solos, hay que comprender eso.

    Y saber que la ilusiòn es esquiva.

    Un abrazo.

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  2. ¡Eso, cántese a sí mismo, como hacía Walt Dysney!; intente no obstante no desafinar, que las paredes oyen, aunque no contesten siquiera un mísero mail
    El Tato está en Benidorm, me dijo que le comentaría en cuanto volviera
    Eso de sentirse vacío y solo nos ocurre a todos querido amigo, sólo que unos finjen de maravilla, y otros son capaces de ver hasta la teletienda con tal de no pensar
    Mi amigo Don Rosendo me dijo que viniera a leerle, que me iba a gustar... y tenía razón

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