martes, 18 de enero de 2011

No sólo vacío de estómago

Me pasó una cosa el sábado.

Estábamos cenando en Madrid cuando entró en el restaurante un hombre ya de cierta edad, intentando vender unos poemitas que había escrito. Un hombre mugriento y solitario. Saltaba a la vista que se trataba de uno de tantos viejos perdedores que merodean por las ciudades. Caminaba cansado entre las mesas repartiendo sus libritos de poemas con ese tono apagado de quienes venden kleenex por los semáforos. Unas chicas que estaban en la mesa de al lado le dieron unas monedas sin quedarse con el librito.

Yo hice igual, aunque le compré sus poesías más por caridad que otra cosa. Una limosna es siempre más humillante que una compra-venta. Entonces me miró y se quejó, con una profunda tristeza en los ojos azules:

- Es que nadie me lee.

Me pareció conmovedor, enorme, que un caballero así se lamentase de que nadie lo leyese más que de las condiciones en que se encontraba.

Después de su respuesta tenía cierto gusanillo por encontrarme en los poemas con un espíritu genial y maldito, uno de esos pocos hombres póstumos, pero nada.

Parece que el dolor, la incomprensión es universal, igual para los genios que para los mediocres.



Hasta otro día, y gracias a Lola, Audrey, por haberme vuelto a meter en esto con su indiscreción.

2 comentarios:

  1. Al menos, le diste un minuto de atenciòn.

    eso es lo que èl necesitaba.

    Un abrazo.

    ResponderEliminar
  2. Conmovedor que antepusiera su aficion a llenar su seguro vacio estomago...
    Hubiera sido bonito leer lo que escribe seguro que nos habria dejado sorprendido de lo que un alma solitaria tiene por expresar.
    Primavera

    ResponderEliminar