jueves, 12 de agosto de 2010

Lola me aprecia

El descubrimiento de los asuntos relativos a la vida íntima tiene una dinámica propia.
De entrada, es necesario estar dispuesto a afrontar estos asuntos con valentía, con cierta transparencia. Es de locos este estar dispuesto a enfrentarse al dolor y a las zozobras que a menudo produce la lucidez, el sujeto corrientemente prefiere reservar sus fuerzas para su propia supervivencia, o su codicia, ocultarse detrás de un telón tejido de mentiras y símbolos, convertido en muñeco. Actúan sabiamente los frívolos, en mi opinión. Sería muy largo entrar en este asunto, y no creo sinceramente que fuera aportar nada mejor, ni nuevo... es un tema bastante trillado este.
A partir de esta disposición interior hacia la claridad, todo lo que sucede después escapa a nuestro dominio. El estar dispuesto a la verdad es la única condición necesaria para sumergirse en los abismos de la intimidad humana.
Lola es una mujer preciosa, adorable, inteligente, perfecta en una palabra. Pero no puedo orbitar a su alrededor. Después de que todo hubiera acabado, el domingo pasado, seguimos manteniendo el contacto por sms durante la semana. Ella se mostró esos días, lunes, martes, miércoles, jueves, graciosamente dolida por mi abandono, coqueta, dispuesta y aun encantada de seguir jugando a que nos gustamos mucho, aunque no nos lleváramos bien. Yo he ido cada vez más entrando en mi papel, el que ella me tendía, de amante eventual, un poco lejano pero presente para ella, levemente cínico aunque dispuesto, cada vez más, para su socorro en cualquier momento.
Y anoche hablé con ella por teléfono. Seguramente aburrida por su triunfo sobre mi voluntad doblegada, cansada del muñeco creado, me dio calabazas, me recordó mi carácter imposible, me dijo que sí, que me apreciaba y tal, pero que no quería quedar conmigo. Rompió mi alegría, la ligereza con que estaba tomandome el asunto, y le bastó un toque sutilísimo (un "yo te aprecio") para hacerme trizas.

Jugó conmigo, quiero decir, y ganó.

Se echa de menos aquel viejo mundo de joven, de cuando no se jugaba a ganar o a perder sino por el placer mismo del juego, de la vida como juego. Se echa de menos cuando se siente que se ha perdido, quiero decir.

3 comentarios:

  1. Sin embatgo, es la mejor manera de terminar una relaciòn.

    Dèjale el triunfo!

    Es lo ùnico que le dejas.

    Un abrazo.

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  2. Una derrota no debería aplacar el placer de jugar, de seguir jugando. A mí me interesan esos asuntos relativos a la vida íntima- sí, soy una insensible y paso por alto tu sufrimiento, jeje- siento una enorme curiosidad por esas jugadas del alma, ese colocar cada uno sus piezas de forma estratégica en el tablero. Y ver qué sucede. Me gusta Proust qué se le va a hacer.
    Y siempre hay una jugada más, y si no, una partida más.

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  3. Gracias Gaucho (maravilloso post el último de tus guardias civiles arqueólogos, por cierto).

    Y gracias, Bárbara (mi sufrimiento no es tal, es el maldito orgullo, herido), mi escritora favorita.

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