sábado, 31 de octubre de 2015

Soledad

Por más que nos congreguemos en cenas, bautizos, oficinas.
Por más papá y mamá y hola qué tal cómo te va.
Por más que nos enternezcamos viendo ñoñas películas,
de las que algo (poco) se comenta luego.
Por más que nos hagamos ilusiones de librarnos de las conversaciones enlatadas con esa persona tan superespecial que hemos encontrado, al, fin, después de todo.
Por más que tan a menudo nos ofrezcan mendaces consuelos.
Por más que percibamos en el brillo momentáneo de unos ojos un fondo, por fin un fondo en el que descansar y mecer nuestro ego.
Por más que creamos haber encontrado por fin esos ojos y esos oídos que nos escuchan, y que estarán ahí siempre disponibles para nosotros.
Por más que estén la política y el fútbol y demás asuntos para darnos pretextos.
Por más que compartamos necesidades y anhelos, anécdotas, frustraciones, y un casi infinito etcétera.
Por más que todo esto nos pase…

…acertaste, hermano, sí, estamos solos cada uno sin más que breves.